Empezaremos recordando que la leña siempre debe estar bien seca y eso tarda un par de años, no menos. También debemos distinguir entre leña verde y leña húmeda. La leña verde lleva poco tiempo cortada y la leña húmeda es la que estaba seca pero se ha mojado. La madera siempre tiene agua en su interior y curiosamente esto nos viene bien porque así arde más despacio y se puede aprovechar mejor el calor que desprende. Cuando tiene demasiada agua arde mal, desprende poco calor y crea mucha creosota (ver wikipedia: Creosota) que se mezclará con el hollín existente en el tubo y formará grandes grumos pegajosos que cerrarán por completo el paso del humo. Un truco para ver si un tronco está verde es meterlo en una bolsa de plástico y ponerla al sol un buen rato. Si al abrirla hay agua, pues... ya sabes.
La industria fabricante de estufas y chimeneas aconseja que el nivel de humedad en la leña ronde el 20%, pero la leña así de seca es casi imposible de encontrar. En nuestras mediciones de los últimos años el porcentaje normal oscila entre el 30% y el 50%. Recomendamos que, en la medida que se pueda, se compre leña para dos temporadas, el segundo año se compraría la del tercero y así sucesivamente con lo que podemos asegurarnos de disponer de leña bien seca al contar con un tiempo de secado mayor.
La leña es preferible que sea de árboles frondosos como la encina, haya o roble antes que de coníferas como el pino o abeto. Tiene más poder calorífico y lo entrega más despacio permitiendo un mejor aprovechamiento. Los humos que emiten tienen menos resinas sin quemar, con lo que crean menos hollín y respetan más el medio ambiente.
Si la leña de la que disponemos es la de pino o abeto debemos cargar la chimenea más a menudo y con poca cantidad cada vez porque arden muy rápido y generan mucho calor en poco tiempo, provocando en los materiales de la chimenea o estufa dilataciones y contracciones muy bruscas que los van rajando, doblando e incluso fundiendo. Debemos evitar poner el metal al rojo vivo porque no le damos tiempo de absorber y desprender todo ese calor y encima se deteriora. Gastamos más leña y además forzamos el aparato.
Se puede almacenar la leña a la intemperie permitiendo su aireación y evitando que se moje, tapándola sólo por arriba. Lo mejor es cubrirla con lonas ligeras o tejadillos para protejerla de la lluvia, pero si le da el sol la podemos cubrir con un plástico transparente que hará efecto de secadero. Si la almacenemos en un cuarto o leñero éste debe tener muy buena ventilación, con rejillas grandes arriba y abajo. Cuando nuestra leña no está muy seca tenemos problemas (arde mal, no calienta, mancha...) y necesitaremos algo de leña seca para poder mezclarlas y así acompañar troncos verdes con secos. O tener paciencia, abrir más los tiros y meter algunos troncos en casa para que se vayan secando.
El combustible tradicional de una chimenea ha sido la leña durante miles de años. Ahora existen otros como briquetas, astillas o pellets. Son todos ellos derivados vegetales y nacen como respuesta a una necesidad de conservación medioambiental, basados en el aprovechamiento de residuos de las industrias de la madera y agrícolas. Con la excepción de las briquetas, no son apropiados para las chimeneas abiertas ni para las metálicas que no estén adaptadas.
Las briquetas son serrines prensados con forma y tamaño de troncos y están destinados a chimeneas. Las llamadas astillas son eso, astillas de madera hechas a la medida apropiada. Los pellets son pequeños trozos cilíndricos, se componen de residuos madereros industriales o de la poda, de huesos de frutas o de cáscaras de frutos secos que son triturados, pulverizados, desecados y prensados. Se utilizan en estufas, cassettes, calderas domésticas y calderas comunitarias, que están ya adaptados para ellos.
Estos nuevos combustibles permiten automatizar tanto su suministro como su combustión, lo que los hace más cómodos y seguros. Pueden competir en precio con el gasoil y la electricidad, contaminan menos, emiten mucho menos CO2 y son ecológicos. Pero también tienen inconvenientes: el hollín afecta bastante a su funcionamiento y aumenta el consumo, lo que obliga al usuario a limpiar más a menudo y, por las medidas de seguridad que incorporan, también necesitan mantenimiento profesional periódico.
Como punto final recomendamos no quemar nunca en chimeneas metálicas aquellos retales de madera provenientes de carpintería que estén recubiertos de melaminas, pvc, barnices, pinturas o tratamientos químicos, ya que manchan muchísimo los tubos y el cristal y contaminan el medio ambiente emitiendo gases tóxicos y gruesas partículas. Es mejor dejar que los reciclen para hacer aglomerados o papel. Y, por supuesto, nada de plásticos ni basuras varias, sólo leña. Conseguiremos así que nuestras chimeneas duren más, sean más seguras, contaminen menos, consuman menos y calienten nuestros hogares por muchos años.